Conclusiones del XIX Congreso de Periodismo Digital de Huesca

En la clausura del XIX Congreso de Periodismo Digital de Huesca, Darío Pescador ha dado lectura a las conclusiones, que son las siguientes:

“Diecinueve años ya, y solo diecinueve años. El periodismo digital en España no es ni siquiera un millennial, más bien forma parte de la generación Z. Ya saben ustedes: pragmatismo extremo, ninguna tecnología es ajena, las redes sociales son más importantes que el mundo real, el papel es una rareza del pasado, y el éxito se mide en likes.  

El periodismo digital va camino de las dos décadas. Pero una cosa es ser mayor de edad, y otra muy distinta saber ganarte la vida, acertar con las decisiones que tomas o, en general, tener puñetera idea de lo que estás haciendo. Aunque sí es edad suficiente para saber reconocer las injusticias. 

El premio Porquet de este año, Nacho Carretero, nos recordaba que ser reportera es una guerra en otra guerra porque todo es más complicado cuando eres mujer. Una de cada dos mujeres periodistas sufre acoso en su trabajo, y muchas más se enfrentan a un infierno de amenazas e insultos en las redes sociales. 

 Ayer, millones de mujeres hablaron, y nos hicieron un regalo a nosotros, los hombres, que por lo general no paramos de hablar. Ayer se quitaron de en medio para que pudiéramos verlas, y nos dejaron con la palabra en la boca para que no tuviéramos más remedio que escuchar. Hoy, que me toca hablar a mí, solo puedo pedir a los hombres que no nos olvidemos de escuchar el resto del año. 

 Casi dos décadas también es edad suficiente para saber lo que es echar de menos a un ser querido. El premio Blasillo de Huesca a la revista Pikara está marcado por la ausencia de su creador, Antonio Fraguas, Forges, padrino del congreso. Nos falta su mirada amable, socarrona y sin embargo, implacable, que ha sido siempre la mejor escuela de periodismo que pudiéramos soñar. 

Este congreso es una oportunidad para mirarnos al espejo. Cuando un político nos dice que la reputación de los periodistas y la de los políticos siempre andan a la par, y sabemos que tiene razón, quizá sea el momento de preguntarnos qué estamos haciendo. 

 Las nuevas generaciones de lectores quieren más información política, pero los periodistas se ven reducidos a bailar al son que marcan los partidos con el repiqueteo de sus tuits. Periodistas con contratos de seis meses que no pueden permitirse el lujo de dejar plantados a esos portavoces que hacen ruedas de prensa sin preguntas o a través de pantallas de plasma. La precariedad de estos periodistas orquesta y la obsesión con las cifras de audiencia no dejan lugar para hacer un análisis más profundo. Si el gabinete de prensa del político está contento, es que hemos fallado. 

Los bulos, las fake news, se extienden por las redes sociales como una plaga, pero no nacen en ellas. No podemos olvidar que el problema son esos medios que las propagan o incluso las fabrican, y todos aquellos que no las frenan a tiempo. Son los medios que se convierten en portavoces de una causa, que abandonan los hechos y solo dan opinión. Tanto es así que los lectores ya sospechan de aquellos que no se envuelven en una u otra bandera. 

Nos proponen hacer leyes contra la mentira, tribunales de la verdad que no son más que una pesadilla orwelliana, y que no pueden sustituir a la responsabilidad. En el periodismo, nada es incompatible con la mentira, ni siquiera los datos, como nos recordó la directora del diario Público. 

Tampoco las grandes redes de Internet pueden salvar al periodismo, porque su negocio es el trasporte de la información, no la información. Pueden cerrar el grifo de la audiencia con la misma facilidad con la que lo abrieron, y esos clics son una droga de la que ya toca que desengancharse. 

Nos miramos en el espejo y vemos que la tragedia de 180 millones de personas desplazadas por la pobreza o la guerra solo recibe atención cuando una de ellas muere en una playa o en una valla. Que el cambio climático se queda en una anécdota. El periodismo es su peor enemigo, pero la solución es siempre unánime: hace falta más periodismo, no menos. 

Los nuevos proyectos nos deben hacer pensar. Medios para esa generación Z que ya no lee de la misma forma. Periodismo sobre periodismo, que critica la infamia de las malas prácticas, levantando el dedo medio cada vez que se ve quién tira de los hilos. Periodismo que desmonta bulos y disuelve las mentiras a golpe de una maldita hemeroteca.   

El experto en diseño Alfredo Triviño nos recordó que el periodismo no es proporcionar noticias, sino experiencias. Sin emoción no se generan recuerdos, nos dijo François Mussueau, que crea periodismo sobre el escenario de un teatro. Así, el periodismo de investigación nos llega por dónde más atención prestamos: las series de televisión, porque los periodistas tienen acceso a una realidad que hace palidecer a cualquier ficción, y hay que contarla como sea. 

La periodista del Washington Post Arelis Hernández, mujer, joven, de origen hispano, nos dijo que su héroe siempre fue Supermán, y nos mostró su particular uniforme de superheroína: una camiseta que reza “la democracia muere en la oscuridad”. El periodismo es pasión y compromiso, nos ha dicho Gervasio Sánchez. El periodismo necesita ser incómodo para el poder. Aunque no puedan volar, ni tengan superfuerza ni visión de rayos X, los periodistas nos recuerdan un año más que esto solo funciona con dos superpoderes: el valor y la integridad”.

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