Las conclusiones del XVII Congreso de Periodismo Digital de Huesca, que ha expuesto en el acto de clausura Darío Pescador, han sido las siguientes:
"Los medios no tenemos el control de distribución de nuestros contenidos".
Un momento. Disculpen, esto es hace diez congresos, en 2006. Causó mucho revuelo.
Ahora sí:"Debemos aceptar con normalidad que la era del papel va desapareciendo". "Las empresas de medios son empresas tecnológicas".
Vaya, no doy una. Estas declaraciones tienen diez años. A juzgar por lo que se gastaba entonces en tecnología, nadie tomó nota entonces.
Podría seguir, pero hoy voy a hablarles de periodismo y de elefantes. En inglés se habla del elefante en la habitación cuando hay una cosa evidente en frente de todos, pero que nadie quiere ver.
Nadie es profeta en su tierra, y hemos necesitado el talento y el buen humor de Emilio García Ruíz, del Washington Post, para contarnos en qué se ha equivocado. Para señalar con el dedo al elefante y decir: el 80% de los lectores no visitan tu sitio. El 70% entran por el móvil. Tienes que contratar ingenieros. Tienes que hacer vídeos de 360 grados. Publicar en snapchat. Da igual si no lo entendendemos.
La buena noticia es que ahora hay un buen montón de conversos, aunque sea con efecto retroactivo, que dicen "Sí, claro. Ya lo sabíamos".
Y por supuesto, mantendremos el papel, pero solo mientras haya quien lo pague. Cada vez son menos. La mitad de los lectores se han marchado y no volverán. A cambio, los ingresos digitales están, por primera, vez compensando esta caída. El contenido tiene que vivir donde vive la audiencia.
Los medios digitales nativos han sido el elefante en la cacharrería en esta historia, porque no tienen los vicios, deudas y lastres de los más asentados. Medios que investigan, destapan, se comprometen. Periodistas que se saltan los protocolos del poder y no tienen reparo en incomodar a banqueros, políticos o reyes.
El problema en México es que si haces periodismo te dan plomo. El problema aquí, es que si dejas de hacerlo, te dan plata.
Para hacer periodismo de investigación hace falta talento, esfuerzo y método. Hacen falta datos, historias y contexto. Hace falta tiempo. Hace falta un equipo, y una redacción flexible y despierta. Algo a veces complicado en empresas con estructuras oxidadas, como recordaba la periodista Pilar Velasco.
Investigar se ha convertido en un lujo. El "fact checking", imprescindible en el periodismo anglosajón, ha sido subcontratado, pero sin pagar, a sitios como Maldita Hemeroteca o el Prometómetro. Los grandes están reproduciendo las exclusivas de los pequeños.
Los elefantes blancos en los grandes medios están por fin tomando nota de esta competencia, porque su marca ya no garantiza la supervivencia. Porque muchos ciudadanos hayan perdido su confianza. Si defraudamos a los lectores, nos condenamos a la irrelevancia, ha admitido el director de El Mundo.
La transparencia no es un favor, es un deber ineludible. Tanto de los medios como de las instituciones. Los gobernantes pueden tener interés que la gente no esté informada. Hacer periodismo es hacer preguntas, y exigir respuestas.
Los nuevos proyectos navegan entre las rendijas de este sistema, mucho más pegados a la audiencia que ninguno de los grandes. Encontrando oportunidades en estas preguntas sin respuesta. Porque el lector siempre tiene razón, ha recordado Bastenier. Ahora, más que nunca.
El tratamiento de la mujer es cambios que sale de la red, de la audiencia. Es imprescindible acabar de una vez con el vergonzoso tratamiento de las mujeres en la información deportiva. Cuando no se habla del logro o del esfuerzo de una atleta que ha ganado un campeonato, sino de su falda o sus tacones, es el momento de parar y pensar.
El espectador no es idiota, no quiere basura, ha dicho el Gran Wyoming. Quizá esta sea el origen del creciente divorcio entre la audiencia y los medios, cuando los periodistas son la profesión peor valorada por los ciudadanos. El por qué de la deriva hacia el entretenimiento, cuando las noticias no son de fiar.
Un tuit durante el congreso pedía, una vez más, que este encuentro pase a ser el Congreso de Periodismo a secas. Yo creo humildemente que es al revés. Que después de tanto tiempo, al final nos hemos ganado el apellido digital, porque ahora sí nos los creemos. Ahora vemos el elefante entero. Ha costado, oiga.
Esta no es profesión para cobardes. Así que a todos ustedes, valor y mucha suerte.