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VI Congreso Nacional de Periodismo Digital
20 y 21 de Enero de 2005 Centro Cultural Antiguo Matadero
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Centro Cultural Antiguo Matadero (Huesca)
 
ANTONIO CALVO PEDRÓS

Antonio Calvo Pedrós vivía a orillas del río Ebro. A los quince años ingresó como ayudante de fotografía en Casa Chóliz, atendía los pedidos de Aurelio Grasa y casi a la par se le descubrió una hepatitis crónica. El doctor Olivares le daba un consejo que venía en los manuales de Medicina: "Acérquese hasta el Ebro y mire cómo corre el agua. Eso le aliviará".

Fotografía de la exposición
Antonio Calvo Pedrós
   
 

Más tarde ingresó en el estudio de Jalón Ángel, que le enviaría a París para que aprendiese fotografía eléctrica y al que acompañaba a El Pardo para retratar a Franco. Ya entonces había observado Antonio que el fútbol base estaba muy abandonado, que apenas había reporteros gráficos que perdiesen en tiempo en esos barrizales o en esos partidos épicos de las categorías inferiores. El momento mágico de esa difusión llegó con la sección "Desfile de clubs" que hacía en la contraportada de "Oriéntese". Cada vez que pisaba un campo, con su cuerpo menudo, sus pesadas cámaras y su ojo centinela, se producía una gran alegría: tarde o temprano, ese equipo aparecía con su presidente, su entrenador y su plantilla al completo en las páginas de la revista. Era la fiesta de los humildes. El fútbol se convirtió en la pasión de su vida. Inauguró su propio estudio propio y colaboró con todos los medios aragoneses.

Hace algo más de 30 años se convirtió en el fotógrafo oficial del Real Zaragoza. Su carrera empezó con el esplendor de "Los Magníficos". Su cámara ha captado a una patrulla de futbolistas de leyenda: Lapetra y Violeta, que le han dejado una huella imborrable, pero también Nino Arrúa, Carlos Diarte, García Castany, Barbas. En realidad, a todos: los artistas, los fajadores, los buenos profesionales, la rabiosa fe del zaragocismo. Entre los miles y miles de instantáneas que conserva, siempre recordará las que le hizo a Edson Arantes do Nascimento, Pelé, "humilde, sencillo y amable" en aquella noche épica en que Iselín Santos Ovejero derribó el travesaño.

Calvo Pedrós, zaragocista hasta la médula, siempre recordará el mayor momento de felicidad de su carrera: aquel diez de mayo en que los aragoneses tomaron París, primero en las calles, y luego en el estadio ante el Arsenal en la noche inolvidable en que Nayim soñó el gol del siglo. Aquel día, suele decir, Aragón conquistó París. Ahora, Calvo Pedrós reposa y ordena sus archivos de todo: de fútbol, de calles, de toreros, de futbolistas, del Plata, del Tubo, del Oasis, de actores y actrices. Ha sido el reportero cómplice, bondadoso, que jamás robó una foto, y que nos enseñó a todos a mirar el deporte como un bien necesario, como una forma de convivencia y de belleza.

Antón CASTRO.

 

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