Los pasillos, el corazón del Congreso de Periodismo

Mochila Congreso de Periodismo

Al otro lado del escenario en el que se desarrollan las ponencias del Congreso de Periodismo de Huesca, la vida sigue su ritmo. Ponentes y asistentes se fotografían. El equipo del evento, azafatas y azafatos, se reparten las tareas; unos llevan los micrófonos al público, ávido de respuestas; otras asisten el guardarropía, en el que mochilas, equipos audiovisuales y abrigos se organizan por referencias para que todo quede a recaudo, para que nada se pierda; y una representación del grupo becario de Turismo reparte acreditaciones, informan, y presiden la entrada al Congreso tras un mostrador de pino y bajo una lona en la que se exhibe el cartel de esta edición. 

Noelia es asistente del Palacio de Congresos: “Hace años que estoy en este Congreso y solo puedo decir que me encanta”. Desde sus ojos de neófita del periodismo, a Noelia le impacta, sobre todo, la pasión que se intuye entre el murmullo de las conversaciones que se cruzan en el edificio, “es un ambiente que trasmite alegría y ganas de hacer” confiesa.

Hasta quienes no pertenecen al gremio terminan sintiendo curiosidad por lo que se dice dentro del auditorio. “No pensaba que esto me iba a enganchar, pero me ha gustado mucho el debate sobre Tik Tok y he aprendido cosas interesantes sobre cómo puedo informarme”, asegura uno de los azafatos cuando le preguntamos por su experiencia en el Congreso. 

Mientras recorremos el camino que transita desde las puertas giratorias hasta el acceso al auditorio de la planta baja, notamos una presencia extraña. Es una perrita, robótica, de metal amarillo y plástico negro, pero una perrita en esencia que responde a las órdenes de Carlos y Manu al mando. Este ser del futuro todavía no ladra, pero ha despertado la simpatía de todos y de todas. 

Excepto la de Luna, estudiante de cuarto curso de Periodismo que, con una sonrisa nerviosa, pone la quinta marcha en su silla de ruedas cuando la androide perruna se le acerca. “Manuela” como algunos han rebautizado al robot, ya forma parte del paisaje de la XXIV edición de este Congreso.

Los descansos para tomar café y la hora de la comida rompen el silencio de las ponencias. Periodistas de todas las edades, medios y procedencias se arremolinan en las mesas en las que la comida espera. Este año el cáterin ha pensado en quienes optan la comida vegetariana, y también en las personas intolerantes a la lactosa y las que padecen celiaquía. No es un dato baladí, es un paso en positivo hacia la inclusión, esencia del buen periodismo.

El Congreso, al otro lado de las puertas del patio de butacas, suena a risas, palmadas en la espalda, y a timbres, los de las voces de las 400 personas que participan. El Congreso también son reencuentros. Como el de Sara y Mónica, antiguas compañeras de facultad que, después de una cantidad de años que no desvelan, se han vuelto a encontrar en esta edición del Congreso, por casualidad. Y es que Huesca también es eso: es amistad, es periodismo, es oficio.

El viernes, 17 de marzo, las luces del auditorio se apagan, el cartel de Peibol desaparece de la pantalla central de una sala ya muda, mientras los trolis ruedan hacia la salida. El balance final en de este año es: cero mochilas perdidas, ningún abrigo huérfano, dos antorchas de cámara viudas, varias decenas de nuevas amistadas, centenares de promesas de volver a verse, una inyección de pasión por el oficio y, como dice Noelia, de “ganas de hacer cosas”, muchas cosas.

Elegimos una frase al vuelo de uno de los corrillos que salpican la entrada al Palacio de Congresos: “No hay profesional del periodismo que no sea feliz con una noticia”. Y con ella, la vigésimo cuarta edición del Congreso de Periodismo de Huesca echa el telón, hasta 2024. Nos vemos en los bares.

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